Mi vida hace 6000 años
RELATO CORTO DE MI VIDA HACE 6000 AÑOS, EN ANTEQUERA
Los rayos del sol comenzaban a hacer presencia, al igual que yo. Por
la mañana temprano, emprendía con mi hermano la búsqueda de agua
potable, comenzando así mi monótona rutina. Solíamos ir a un río
cercano, donde además aprovechábamos para asearnos, aunque durante
el invierno era impensable. Mi padre mientras tanto, llevaba tiempo
cazando entre los árboles, y utilizaba las horas de poca luz a su
favor, aún sabiendo que podía ser peligroso. Mi madre estaba
atareada desollando a todos los animales muertos que caían en sus
manos, o al menos lo que quedaba de ellos, y se dedicaba a limpiar y
preparar sus pieles para emplearlas de abrigo en un futuro invierno.
En el camino hacia
el río, nos solíamos encontrar con nuestros vecinos y vecinas
cercanos, y ocasionalmente nos acompañaban hacia el curso del río.
Entre ellos, había una chica que siempre estaba dispuesta a ir hacia
allí, puesto que le interesaban las plantas que crecían en la
ribera.Su familia siempre
consumía una gran variedad de alimentos, y a veces nos enseñaban
los pasos a seguir para conseguir algunas de sus recetas. Ella y sus
dos hermanas se encargaban de la plantación y recolección de
hierbas y frutos, y poseían una despensa donde dejaban a buen
recaudo las materias primas que no fueran a utilizar.
Aquel día,
realizamos nuestra ruta diaria como de costumbre. Al llegar al río,
recogimos el agua en nuestros cuencos de cerámica, y cortamos
algunas plantas de caña que nos podían ser útiles para la
construcción de albergues o para la elaboración de armas de caza.
Nuestra vecina recogió algunas plantas aromáticas, y quiso cedernos
un buen manojo. A cambio, le regalamos un pequeño cuchillo de piedra
que le sería de gran ayuda para su tarea.
Cuando llegamos a
nuestra casa, mi padre había regresado, exhausto, y mi madre
preparaba el fuego en el exterior, al ser un día de poco viento,
para poder cocinar nuestro almuerzo, un ciervo. Tras la suculenta
comida, por fin me encontraba a solas con el mundo.
A veces iba al
bosque para entrenarme en mis dotes de cazador, y observaba las
señales de la naturaleza, con un arma siempre entre mis manos.
Conocía al bosque mejor que a mí mismo, y disfrutaba aprendiendo de
la sabiduría que contenía, aunque era consciente de que había
mucho más ahí fuera, y que todo estaba por descubrir. Otras veces,
decidía ir al dólmen, donde mis antepasados me daban la bienvenida.
Este fue terminado
poco después de que yo naciera, y era consciente de cómo mis padres
hacían turnos para ir casi diariamente. A mí particularmente, me
gustaba ir cuando había un silencio solemne y nadie que perturbara
la paz de los muertos. Siempre intentaba ser lo más respetuoso
posible, por lo que traía una ofrenda para que perdonaran mi
impertinencia. Era un sitio acogedor y mágico, y sentía que era el
lugar más seguro del mundo. Una noche, huyendo de los lobos, corrí
hacia su interior, y estos se frenaron con respeto ante la entrada
principal. Sollozando y con la cabeza agachada, retrocedieron hacia
el bosque, donde desaparecieron al fin.
Ese día, decidí
hablar con mis antepasados. Necesitaba comunicarles algo. Llegué
allí, con gran parte de mis pertenencias a la espalda, y con gran
incertidumbre en el corazón. Me senté frente a ellos, y les confesé
mis pensamientos e ideas. Por primera vez, sentí más frío que el
de costumbre, y pensé que los había defraudado. Conteniendo mis
sentimientos, me levanté lentamente. Pero entonces, una piedra me
golpeó la cabeza, haciendo que volviera a sentarme. Miré a mis
antepasados, y un rayo de luz resplandeciente me cegó. Cuando volví
a abrir los ojos, todo cobró sentido en mi mente. Estaba decidido.
Me levanté, y deposité uno de mis amuletos más preciados con el
resto de las pertenencias de los fallecidos. Salí de allí, y me
encaminé hacia mi futuro. En lo alto de la Peña de los Enamorados,
observé mi vida como lo que fue, y miré al frente como lo que iba a
ser. Un descubrimiento del mundo.
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